La Evolución de las especies por selección natural, fue una importantísima teoría científica introducida por Charles Darwin y Russel Wallace a mediados del siglo XIX, mediante la que se trató de explicar la gran diversidad de seres vivos que existen en la actualidad y su evolución.
Desde su formulación, las innumerables pruebas que se han encontrado a su favor van camino de convertir dicha teoría en una Ley de la Naturaleza. Pero, en ocasiones, este importante mecanismo natural no se entiende bien, o lo que es peor, se explica mal, por ejemplo, cuando escuchamos aquéllo de que se trata de «la supervivencia del más fuerte». Vamos a tratar de explicarlo de la manera más sencilla posible.
Existen multitud de teorías de la evolución de las especies vivas, y todas ellas pretenden (o pretendían) explicar la manera en la que las especies van cambiando de forma y características (lo que se conoce como fenotipo), hasta llegar a convertirse en especies muy diferentes de las que procedían.
Después de múltiples intentos, fueron sobre todo Charles Darwin y Rusel Wallace quienes especularon con la mejor de las teorías. Cuando Darwin escribió su libro «El origen de las especies» en el año 1859, dejó definitivamente sentada la que hasta hoy es la teoría más aplaudida y mejor comprobada por la ciencia moderna.
Pero la teroría de Darwin no ha sido la única propuesta. Junto con ella, se plantearon algunas cuantas más, siendo la más conocida de dichas versiones, la del afamado biólogo francés Jean Baptiste Lamarck. Incluso, la versión de Lamarck sigue a día de hoy resultando la más popular y extendida entre los estudiantes no especializados en el tema. ¿Cómo es posible esto?. La respuesta es bien sencilla: la teoría de Lamarck parece más intuitiva y requiere menos conocimientos que la de Darwin.
PRIMER PUNTO: LA TRANSMISIÓN DE LOS GENES
Antes que nada, hay que comprender algo básico sobre la transmisión de los genes. Cuando una pareja de animales (padre y madre), procrean y tienen descendencia, transmiten sus genes a los propios hijos. Sin embargo, comprobamos frecuentemente que los hermanos de una misma pareja, no son idénticos entre sí: alguno es más alto, otros pueden ser más fuertes, o con color de ojos diferente, etc…
Esto se debe a que cuando se combinan los genes del padre con los de la madre, algunas características pueden llegar a transferirse, en tanto que otras quedan «ocultas». Esto no significa que esos genes hayan desaparecido… símplemente, sucede que «no se han manifestado» externamente.
Cualquiera de nosotros podemos llevar en nuestra información genética, una característica propia de un bisabuelo, aún sin saberlo. Y sólo cuando dicho gen oculto se combine de una concreta manera con otro gen de nuestra pareja, tendremos algún hijo que manifieste exteriormente aquella característica de nuestro bisabuelo.
Un ejemplo muy llamativo de esto último, se da cuando un padre y una madre que tienen ojos de color marrón, tienen algún hijo con ojos azules: Esto sucede así, como ya dijimos más arriba, porque sus padres presentaban entre sus genes ocultos, aquéllos que correspondían al color de ojos azul, probablemente heredados de algún antepasado. Aunque los padres presenten ojos de color marrón, entre sus genes tenían sin activar, los genes de color azul de sus abuelos.
Los primeros intentos serios para descifrar las Leyes de la transmisión genética procedieron del biólogo austríaco Geor Mendel y cuyas Leyes básicas aún perduran.
Pero, aparte de las Leyes de Mendel, existen otros fenómenos de vital importancia en la forma en que se transmiten los genes. Sin entrar en muchos detalles, podemos decir que algunos genes se combinan al azar (deriva genética), otros genes van cambiando durante la vida por mutaciones accidentales y pueden a su vez producirse recombinaciones concretas de las que aún no se sabe todo. En cualquier caso, se puede concluir que cuando una pareja transmite sus genes recombinados a sus hijos, estos genes pueden significar pequeños cambios en la apariencia definitiva de estos últimos.
El aspecto final de dichos hijos y sus características concretas, terminan así diferenciando ligeramente a unos hermanos de otros, y a unos hijos, de sus padres, en una pequeña proporción que, a veces, puede ser la causa final de la supervivencia de ciertos individuos
EL PROCESO DE SELECCIÓN NATURAL
Para que la evolución de una especie funcione, deben darse tres circunstancias:
- Multitud de combinaciones genéticas
- Ventajas de supervivencia de unas características sobre otras
- Multitud de generaciones con una característica ventajosa
Para explicar esto, imaginemos que hace millones de años existió un animal cuadrúpedo rumiante (una especie de ciervo) llamado «Climacoceras», que podría haber vivido en las sabanas africanas y se alimentaba de hierba y de hojas de árboles y arbustos. Era de un tamaño medio, como los ciervos actuales, y podrían alcanzar un peso medio de unos 80 Kg, y una estatura máxima hasta la grupa, de 1 metro.
Estas son características «medias» de toda la especie, si bien, como sucede en la actualidad, muchos de los ejemplares adquirirían una estatura o tamaño ligeramente mayor que la media, y de igual forma, otros serían ligeramente más pequeños que sus congéneres. Esta variación en los tamaños se aprecia en todas las especies y se debe a factores de combinación de genes o incluso, mutaciones o enfermedades.
Muchos de nosotros conocemos casos de padres de baja estatura que tienen hijos mucho más altos que ellos, lo que suele suceder cuando dicho hijo hereda las características que, sin saberlo nadie de la familia, presentaba un antepasado remoto.
Pues bien, seguimos en¨África con nuestra manada de Climacoceras, alimentándose con la vegetación de las sabanas. En un momento dado, ciertos cambios climáticos provocaron prolongadas sequías, y como consecuencia, la hierba fresca de la pradera se secó en su mayor parte. SI esta sequí hubiera durado suficiente tiempo, habría provocado la muerte por inanición de la mayoría de los Climacoceras o bien, habría forzado a muchos de ellos a emigrar en busca de nuevos pastos.
Afortunadamente, un 5% de los Climacoceras eran más altos que sus hermanos porque tenían entre sus genes, el gen de la «alta estatura». Estos indivíduos más altos podían alimentarse mejor que sus hermanos «bajitos», porque podían alcanzar las hojas de los árboles con más facilidad. Así, los Climacoceras bajitos no podían alimentarse convenientemente, la poca hierba disponible se agotaba con rapidez y muchos terminaban muriendo en su juventud, por falta de alimento.
¿Quiénes sobrevivieron? Los Climacoceras más altos, porque aparte de poder alimentarse de la poca hierba que había, también podían comer las hojas de los árboles. Varias generaciones después de la sequía, los Climacoceras altos eran mayoría, porque sus hermanos bajitos habían ido pereciendo de hambre. Y en ese caso, cuando todos los supervivientes presentaban el gen de la «gran estatura», nuevamente surgía de entre todos ellos, algunos Climacoceras «un poquito» más altos que sus hermanos.
Miles de generaciones después, siempre que se mantuvieran las condiciones climáticas propicias para «favorecer» a los más altos, todos los descendientes de la raza presentaban una gran estatura, aparte de otras características asociadas, que finalmente darían pié al nacimiento de animales muy distintos de los Climacoceras ancestrales: Las moderna Jirafas
Este ejemplo de las Jirafas biene muy bien para explicar el proceso de la selección natural, como causa del origen de una determinada especie, aunque hay expertos que opinan que no es el mejor ejemplo, porque argumentan que el cuello largo se debe a una selección sexual. En cualquier caso, como ejemplo es muy didáctico.
En el ejemplo de la Jirafa, se dan las tres condiciones que indicábamos más arriba:
- Existieron multitud de posibles combinaciones genéticas: Los Climacoceras ancestrales presentaban tamaños muy variados (unos más altos, y otros más bajos)
- Ventajas en la supervivencia de los más altos: sólo ellos podían sobrevivir comiendo hojas de los árboles y por tanto, sólo los que sobrevivieron pudieron tener hijos a los que a su vez, transmitieron el gen de la «gran estatura»
- Multitud de generaciones con el mismo gen: Pasaron miles de años durante los que sólo los más altos sobrevivieron… tantos años, que al final, la especie que sobrevivió acabó siendo en su conjunto, un animal de gran estatura, mucho mayor que el Climacoceras original.
LA ERRONEA VERSIÓN DE LAMARCK.
Ya hemos visto que una especie termina evolucionando hacia otra, cuando un cierto cambio ambiental en las condiciones del entorno, favorece a los indivíduos que, bien por azar, o bien por mutaciones o cualquier otra causa, adquieren por herencia una pequeña diferencia en sus características. Pero la versión de Lamarck era bien distinta. Según él, es el propio animal vivo quien se adapta de una forma casi voluntaria a un cambio que le favorezca.
Dicho de otro modo, Lamarck suponía que los Climacoceras ancestrales se vieron obligados a estirar su cuello cada día para poder acceder a las hojas de los árboles. Cuanto más estiraban sus cuellos, más largos se hacía estos y sus hijos heredaban esta «necesidad» de estirar el cuello, lo que les confería una mayor estatura.
Con otro ejemplo: imaginemos un hombre de complexión media que levanta pesas a diario. Su musculatura se fortalece por el contínuo ejercicio. Según Lamarck, este hombre, que nació con una musculatura «normal», pero que mejoró a lo largo de muchas sesiones de gimnasio, acabaría teniendo hijos más fuertes de lo esperado, sólo por el mero hecho de que su padre hiciera ejercicio.
Según Lamarck, la costumbre de fortalecer la musculatura terminaría afectando a la información genética de todas sus células, incluídas las sexuales hasta tal punto, que sus descendientes se verían afectados por la costumbre de su padre.
En esencia, Lamarck era partidario de creer en la «memoria genética» y este error aún persiste en nuestros días: Los genes no registran los cambios en un organismo por causa del tipo de vida que lleve este.
Las pequeñas diferencias debidas al azar (u otras causas) son las que al final sobreviven, siempre que dichas diferencias sean ventajosas para aquellos individuos que las hayan adquirido y cuando esas diferencias se mantienen en el tiempo, acaban surgiendo nuevas especies.