Dilema y problema. Un reto permanente afronta el docente en el aula: mantener la atención de los alumnos y sobre todo que no se caiga en silencio cuando se les invita a preguntar. Antes el maestro disertaba una introducción para inducir el conocimiento del tema o materia a estudiar.
Hoy se hace lo mismo a partir de materiales presentados (sean en físico o audiovisulaes), o a través de una lectura motivadora. Los tiempos cambian, y hoy se tiene a alumnos “preguntones”, que no se conforman con lo que se les presenta sino que van elaborando preguntas y las van soltando en medio de la explicación del docente. ¿Qué obtienen? Un simple llamado de atención para “no interrumpir la clase” y se quedan con el interrogante en el aire, sin respuesta.
El docente de hoy ¿está preparado para la conducción de una clase “movida”, “preguntona”?. Muy poco, salvo que tenga criterio profesional para desempeñarse en esa circunstancia. El docente más de las veces no está preparado para esa situación. Ésta se agudiza, cuando el alumno observa y pregunta y el maestro no responde o evade la respuesta.
¿Por qué? La poca preparación del docente, los pocos recursos con que cuenta en el aula hace que imponga autoritariamente la disciplina para que todos atiendan la clase y no dar una respuesta que satisfaga o invita a construir una respuesta.
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¿Está agrediendo al alumno? ¿Está interrumpiendo su proceso de investigación, motivado por la curiosidad que le produce aquello que escucha y aquello que está viendo? ¿Se le ha enseñado a pensar en su época de formación cómo trabajar con este problema? ¿Qué hacer con los alumnos demasiado curiosos? ¿Se le han dado pautas para ir transformando esa curiosidad infantil, juvenil en hábitos del pensamiento’ ¿Se le ha dicho que si lo hace podría estar promoviendo el pensamiento científico? En eso y más consiste la formación del docente. En eso y más consiste el desempeño profesional del docente de cara al aula y también a sus colegas en la institución educativa.
Dilema y problema que tiene que enfrentar quien es profesional de la educación. Cómo encontrar el justo medio y el saber intervenir adecuadamente sin interrumpir el proceso cognitivo del alumno y ayudar a desarrollarlo. Es lo que el Dr, Peñaloza llamaba “el arte de ser maestro”. Eso no se adquiere, se forma.
Transformar la curiosidad en pensamiento. Es el reto del docente en el aula y en su desempeño profesional. Para ello debería formarse pues debe “…ordenar, sistematizar, ayudar la exploración, nutrir esa curiosidad con enseñanza de pensamiento riguroso” (Melina Furman en Educar mentes curiosas: la formación del pensamiento científico y tecnológico en la infancia”).
De manera amical Furman invita a promover la enseñanza de la ciencia desde una “mirada curiosa, fresca, preguntona” y que “al mismo tiempo busca resolver problemas” (http://ahoraeducacion.com2016/08/26/mentescuriosas) 00Furman, bióloga y educadora inauguró con la presentación su texto “Educar mentes curiosas…” en el XI Foro Latinoamericano de Educación, organizado por la Fundación Santillana con el patrocinio de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI).
La reflexión de Furman partió de una verdad que no podemos dejar de comentar y asumir. “Los chicos que entran hoy al sistema (educativo) saldrán en el año 2030. Cómo será el mundo en ese momento, no sabemos… pero la educación científica y tecnológica tiene mucho para aportar para prepararlos para ese mundo”, añadió, además, “… estamos viviendo “un tiempo maravilloso de oportunidades, con acceso cada vez más fácil a dispositivos de bajo costo y amigables”.
Declaró que la educación inicial y primaria son “terreno fértil” y “horizonte potente” para el desarrollo del pensamiento científico y tecnológico en niños y niñas, que debe abordarse en forma integral con otras áreas. (http://ahoraeducacion.com/2016/08/26/mentes-curiosas/)
En una entrevista a un diario de Rosario – Argentina, Furman expresó “que es decisivo favorecer el pensamiento científico desde los primeros años si se quiere formar una ciudadanía preparada para responder a los problemas y retos cada vez más complejos que plantean las tecnologías, la salud o el ambiente. Y en especial porque esa determinación permite “mantener una mirada fresca y curiosa que nos vincula con el conocimiento de por vida, de un modo único” (La Capital, Rosario 27.08.16).
Nos preocupamos por el aprendizaje, pero en abstracto cuando no en lo mecánico. Valorando esa curiosidad innata de los niños y jóvenes deberían los docentes prepararse, formarse para utilizar técnicas que inviten a plantear problemas de su entorno.
En este sentido, se le formuló la siguiente pregunta: —Cómo pasar de esa observación natural que hacen los chicos de la naturaleza, de los fenómenos físicos, de las preguntas que acercan a un aprendizaje más sistemático.” Ella respondió “—Hay experiencias que muestran que, incluso desde bebés, los nenes de a poquito van explorando, experimentando, sacando conclusiones a partir de pruebas y errores, de evidencias.
El gran desafío es ir transformando esa curiosidad muy inicial en hábitos del pensamiento. Me gusta la palabra hábitos porque son maneras de pensar que nos constituyen, como lentes para ver el mundo, de manera cada vez más organizada y más rigurosa, sin perder la curiosidad sino todo lo contrario: que la enciendan y la potencien más” (http://www.lacapital.com.ar/mentes-curiosas-mas-ciencia-y-mejores-conocimientos-n1215170.html)
Todo ello tiene que ver con la formación inicial del docente y su posterior desempeño e investigación profesional con otros colegas en su institución. Este hábito es poco desarrollado, pero debería iniciarse en algún momento, ya que nutre y fortalece la profesión y la práctica docente en el aula. De allí surgirán retos como el saber descubrir el pensamiento del educando y sus cualidades para que pueda pasar de “lo intuitivo a lo más organizado”.
El paso siguiente es saber cómo estimularlos para que hagan visible lo que piensan, lo que discurren, los interrogantes y confrontar con el pensamiento y apreciaciones de condiscípulos, con lo expresado por el docente en el aula, sumando a ello la búsqueda que se hace en textos. Todo va formando parte de lo se denomina el acervo cultural y de conocimientos, que es la base de lo que se quiere sustentar, comunicar, difundir, debatir e intercambiar con los compañeros.
No existen recetas, todo es creación a partir de la intuición. Es decir, se trata de ser profesionales de la educación. En otras palabras el docente debe ser artista para descubrir las cualidades, potencialidades, competencias, el talento de los alumnos.
Ser profesional demanda formarse intelectualmente y en la práctica. En la biblioteca, en seminarios especializados, escribiendo, sistematizando las experiencias. Haciendo investigación elemental y compleja.
El aula es el laboratorio que exige conocer a quienes están en el proceso educativo, los temas, los contenidos, los materiales, los instrumentos para despertar la curiosidad, la creatividad en cada uno de los alumnos, con sus propias características.
Saber trabajar en función de los grupos y de forma individual. Intuimos mucho en educación. Intuimos, percibimos, observamos, distinguimos qué diferencia a cada educando, qué potencialidades tienen y cómo pueden desarrollarlas. De acuerdo a ello se preparan las clases, las prácticas, los ejercicios, que llevan al conocimiento.
No existe una clase parecida a otra, como no existen alumnos “estandarizados”. La clase demanda además de la intuición, mucho de creatividad. Esto requiere preparar situaciones para que el alumno se ponga en relación con escenarios naturales que se tengan a la mano (en casa, en la calle, en la escuela, en el aula).
Crear situaciones que fomenten la curiosidad del alumno, lo muevan a formular preguntas. Crear pautas que induzcan a los alumnos a hacer investigación. Furman recomienda “El secreto para los docentes es trabajar con secuencias donde se aborde un mismo tema en profundidad.
El desafío está en no quedarse en algo que hicimos por un ratito y ya está, sino en ir hilvanando, integrando esa experiencia con prácticas del lenguaje, con el arte, las tecnologías, a través de un trabajo sostenido” (http://www.lacapital.com.ar/mentes-curiosas-mas-ciencia-y-mejores-conocimientos-n1215170.html).
Iniciar desde el aula este trabajo de promoción de la curiosidad y de la formación del pensamiento, permitirá a los alumnos contar con formas y maneras para tomar decisiones. Les dará seguridad para desarrollarse como ciudadanos democráticos y responsables. Tendrán la capacidad para ubicar y comprender la problemática de su realidad, de la región y del mundo.
El docente estará de esta manera contribuyendo al desarrollo de personas responsables para una sociedad más justa y solidaria. En esto se hace visible también la calidad y no sólo en la meritocracia.